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Delilah Carreño Ricaurte at Feb 03, 2024 10:48 AM

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nes, en Barcelona y en el mundo entero, y siempre lloró como
la primera [deleted] vez, pero nunca pude saber si lloraba porque
la [emocionaba], o porque yo no la escribía. Al único amigo cer-
cano a quien no se la conté nunca fue Alvaro Mutis, por una ra-
zón práctica: él ha sido siempre el primer lector de mis origi-
nales, y me cuido mucho de que los [lea] sin ninguna idea preconce-
bida.

La revelación de Alvaro Cepeda Samudio en aquel domingo de
Sabanilla me puso el mundo en orden. La vuelta de Bayardo San
Román con Angela Vicario era sin duda el final que faltaba. To-
do estaba entonces muy claro: por mi afecto hacia la víctima,
yo había pensado siempre que esta era la historia de un cri-
men atroz, cuando en realidad debía ser la historia secreta de
un amor terrible. Sólo que estuve a punto de no [deleted] conocer
nunca sus pormenores ocultos, porque Alvaro y yo nos desbarran-
[camos dos horas después en el camión del Catatumbo de Alejandro Obregón, y] no nos matamos de mi-
lagro. "¡Puta vida -- pensaba, mientras caímos [deleted]
hacía el fondo de aquel mar perdulario --, tánto buscar este
final para morirme sin contarlo!". Tan pronto como me restable-
cí, sobre todo del susto, me fui a buscar a Bayardo San Ramón
y Angela Vicario en su casa [deleted] feliz de Manaure, para que me
contaran los secretos de su reconciliación increíble. Fue un
viaje más revelador de lo que yo pensaba, y por [mejores] motivos,
porque a medida que trataba de escudriñar la memoria de los o-
tros me iba encontrando con los misterios de mi [deleted]
propia vida.

Hay dos pueblos cercanos pero muy distintos que se llaman Ma-

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nes, en Barcelona y en el mundo entero, y siempre lloró como
la primera vez, pero nunca pude saber si lloraba porque
la emocionaba, o porque yo no la escribía. Al único amigo cer-
cano a quien no se la conté nunca fue Alvaro Mutis, por una ra-
zón práctica: él ha sido siempre el primer lector de mis origi-
nales, y me cuido mucho de que los lea sin ninguna idea preconce-
bida.

La revelación de Alvaro Cepeda Samudio en aquel domingo de
Sabanilla me puso el mundo en orden. La vuelta de Bayardo San
Román con Angela Vicario era sin duda el final que faltaba. To-
do estaba entonces muy claro: por mi afecto hacia la víctima,
yo había pensado siempre que esta era la historia de un cri-
men atroz, cuando en realidad debía ser la historia secreta de
un amor terrible. Sólo que estuve a punto de no conocer
nunca sus pormenores ocultos, porque Alvara y yo nos desbarran-
camos dos horas después en el camión del catatumbo de Alejandro Obregón, y no nos matamos de mi-
lagro. "Puta vida -- pensaba, mientras caímos
hacía el fondo de aquel mar perdulario --, tánto buscar este
final para morirme sin contarlo!" Tan pronto como me restable-
cí, sobre todo del susto, me fui a buscar a Bayardo San Ramón
y Angela Vicario en su casa feliz de Manaure, para que me
contaran los secretos de su reconciliación increíble. Fue un
viaje más revelador de lo que yo pensaba, y por mejores motivos,
porque a medida que trataba de escudriñar la memoria de los o-
tros me iba encontrando con los misterios de mi
propia vida.

Hay dos pueblos cercanos pero muy distintos que se llaman Ma-