Crónica de una muerte anunciada

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nes, en Barcelona y en el mundo entero, y siempre lloró como la primera [deleted] vez, pero nunca pude saber si lloraba porque la [emocionaba], o porque yo no la escribía. Al único amigo cercano a quien no se la conté nunca fue Alvaro Mutis, por una razón práctica: él ha sido siempre el primer lector de mis originales, y me cuido mucho de que los [lea] sin ninguna idea preconcebida.

La revelación de Alvaro Cepeda Samudio en aquel domingo de Sabanilla me puso el mundo en orden. La vuelta de Bayardo San Román con Angela Vicario era sin duda el final que faltaba. Todo estaba entonces muy claro: por mi afecto hacia la víctima, yo había pensado siempre que esta era la historia de un crimen atroz, cuando en realidad debía ser la historia secreta de un amor terrible. Sólo que estuve a punto de no [deleted] conocer nunca sus pormenores ocultos, porque Alvaro y yo nos desbarran[camos dos horas después en el camión del Catatumbo de Alejandro Obregón, y] no nos matamos de milagro. "¡Puta vida -- pensaba, mientras caímos [deleted] hacía el fondo de aquel mar perdulario --, tánto buscar este final para morirme sin contarlo!". Tan pronto como me restablecí, sobre todo del susto, me fui a buscar a Bayardo San Ramón y Angela Vicario en su casa [deleted] feliz de Manaure, para que me contaran los secretos de su reconciliación increíble. Fue un viaje más revelador de lo que yo pensaba, y por [mejores] motivos, porque a medida que trataba de escudriñar la memoria de los otros me iba encontrando con los misterios de mi [deleted] propia vida.

Hay dos pueblos cercanos pero muy distintos que se llaman Ma

Last edit 3 months ago by Delilah Carreño Ricaurte
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